Capítulo 492
Capítulo 492
Unos días antes de partir hacia el Artico, sucedió un pequeño incidente.
Nerea, representando al equipo de Fred, asistió a un evento de negocios. A mitad de camino, por alguna razón, empezó a sentirse mal del estómago y con ganas de vomitar.
Al verla así, Sofía, sorprendida, se tapo la boca y exclamó: -¡Nere, no me digas que estás... embarazada!
-¿Qué dices?
-Dios mio, ¿tan joven y ya voy a ser comadre?
-Peró cómo voy a...
Sin dejarla terminar, Sofía la arrastró al hospital.
-Sofi, suéltame, es imposible.
Roman siempre tomaba precauciones y controlaba los detalles minuciosamente, como un verdadero obsesionado, temiendo que ella pudiera quedar embarazada.
-Mejor prevenir que lamentar, ¿y si sí?This text is property of Nô/velD/rama.Org.
Con la mentalidad de que más vale prevenir que curar, el médico terminó diagnosticándola con una indigestión.
Nerea dijo: -Te dije que era imposible. Debe haber sido la fruta del evento que no estaba fresca.
-Pero, pero...- Sofía tartamudeaba, claramente incómoda, -pensé que estabas embarazada y ya lo anduve contando.
-¿Qué? ¡Ay, Sofi, la que me armaste!
Antes de que pudiera terminar, vio a Roman llegar corriendo, preocupado, revisandola de arriba abajo con ansiedad en su mirada.
-Roman, tranquilo, no me pasa nada. No estoy embarazada, solo fue una mala digestión. Ya ni me dan ganas de vomitar.
Al escucharla, ét suspiró aliviado y la abrazó fuertemente, como si finalmente pudiera estar tranquilo.
-Nea, no te preocupes, en adelante voy a tener aún más cuidado para que no quedes embarazada.
Nerea:
-¿Por qué eso sonaba tan mal?
Al principio, pensó que era broma cuando decía que no quería hijos, que quería divertirse con ella toda la vida, pero ahora... ¿realmente no planeaba tenerlos?
¡Eso no podía ser! A ella le encantaban los niños.
En la quietud de la noche, Roman abrazaba a Nerea, cuyas mejillas estaban sonrojadas y el cuerpo, lleno de sudor, como si la hubieran sacado del agua, tratando de consolarla con dulzura.
-¡Amor!
Nerea, con un tono de voz suave y ojos seductores, le preguntó: -¿Por qué no quieres tener hijos?
-La vida es demasiado corta, no es suficiente para disfrutarte solo a ti, Nea.
-No permitiré que nadie te quite ni un poco de tu energía y amor, todo debe ser únicamente para mí, mi Nea.
-Pero...
Ella, tocándose suavemente el vientre plano y provocativamente dijo: -Quiero llevar aquí dentro a un niño que sea solo tuyo, que sea la mezcla de nuestros seres, el fruto de nuestro amor. Que, al verlo, todos sepan que somos sus padres.
Las palabras 'llevar tu hijo', 'solo tuyo', 'mezcla de nuestros seres', junto con su pose seductora, atacaron los nervios de Roman.
Sus ojos oscuros brillaron con una intensidad loca, y la volvió a abrazar con fuerza, casi gruñendo.
-Pequeña traviesa, ¡me vas a matar!
-¿Entonces, puede ser?
-Hablamos en diez años.
-¿¿Diez años? ¡Eso es demasiado! Suéltame ahora...
En el mirador del Ártico.
Nerea, sentada en el regazo de Roman escuchaba el sonido de las olas y miraba las estrellas brillantes, como si pudiera tocarlas con la mano, sumergida en la belleza y el misterio de una galaxia deslumbrante.
-¡Qué hermoso!
-Rome, ¿recuerdas cuál es esa constelación?
Señalando hacia una zona cerca del zodiaco, Roman respondió con fluidez.
O
20-34B Capitulo 492
-El cuadrado de Pegaso.
-¿Y al lado?
-Andrómeda.
-¿La que parece una cruz?
-La constelación del Cisne.
-¿Y la que tiene dos puntas, como orejas de zorro?
-La constelación de Nea.
-¡Tú eres el zorro aquí!
Nerea frunció la nariz y sus pestañas espesas se curvaron ligeramente, su risa iluminaba su rostro, pareciendo aún más a una zorrita.
La zorrita más encantadora y adorable del mundo.
Roman la miraba embobado, perdido en su encanto.
Nerea, a su vez, quedó cautivada por sus ojos oscuros como obsidiana brillantes y profundos, Rome, tus ofos son más bonitos que las estrellas del cielo.
-Es porque en mis ojos está Nea.
-Jajaja, ¿eres tan bueno en poema...? Mira, jhay una lluvia de meteoritos!
-¡Cierra los ojos y pide un deseo!
Con el cielo lleno de luces fugaces, la brisa marina acariciando sus rostros, y el claro y brillante resplandor de la e luna iluminando la playa, la silueta de una pareja abrazada se alargaba en la arena, cada vez más, tal como cuando eran niños.
Bajo las estrellas fugaces, pidieron el mismo